¿Estamos dispuestos a pensar fuera de la caja?

Con cada fin de sexenio en México, y con cada fin de periodo presidencial en muchos países de América Latina, llega también el momento de evaluar desde la opinología qué se hizo bien y qué no. La seguridad pública es uno de esos temas en los que todos somos especialistas y tenemos soluciones que proponer.

Sin embargo, la complejidad de los problemas de seguridad, criminalidad y violencias en un país de alta diversidad como México no es algo tan sencillo de resolver. Sobre todo cuando hay redes cada vez más consolidadas entre los actores primordiales del problema con intereses económicos y políticos fuertes.

En muchas ocasiones, se invita a que pensemos soluciones «fuera de la caja» pero ¿sabemos qué implica realmente eso? y ¿estamos dispuestos a darle una, o dos, o tres oportunidades a propuestas que pudieran escucharse irrisorias?

Parece ser, que en seguridad, sobre todo seguridad pública, nos mantenemos muy tradicionales, muy estatistas. La mayoría de las soluciones que se proponen vienen desde una visión estatocéntrica, y con justa razón, en donde las instituciones del Estado tienen un rol central. Ya sea desde la militarización, la reforma policial, o enfatizar el rol central de ministerios públicos y fiscalías, parece que la seguridad sólo puede construirse si existe un grado elevado de institucionalidad desde la perspectiva tradicional del Estado.

Sin embargo, ante los problemas de seguridad y violencia más profundos, como la desaparición de personas, las víctimas de tortura, los feminicidios, la violencia sexual, o los robos a casa habitación, parece que las soluciones y formas de contención vienen desde la sociedad misma y no desde las autoridades. Y no sólo eso, parece que estos esfuerzos tienen sexo y género, pues muchos vienen de mujeres o personas feminizadas que han sido afectadas directa o indirectamente por los actos más terribles.

Mientras las autoridades no encuentran personas, las madres buscadoras lo hacen y con un alto costo. Mientras las mujeres no encuentran soluciones en la policía, las encuentran en colectivas feministas. Mientas los robos a casa habitación suceden, hay un grupo de vecinas y vecinos organizando formas de coordinación para disuadir los actos delictivos.

Desde los feminismos, se ofrecen alternativas diversas y complejas para atender las problemáticas de seguridad, violencia y criminalidad, sobre todo aquellos actos que transgreden la dignidad personal. Entre estas propuestas podemos encontrar, casi que de forma obvia, las invitaciones a que los Estados desmilitaricen sus políticas de seguridad desde un sentido profundo.

Lo anterior, significa, entre muchas otras cosas, reducir y eliminar la participación de las Fuerzas Armadas en asuntos públicos, reducir y eliminar la militarización de las Policías, reducir y controlar la posesión y portación de armas pequeñas y ligeras, dimensionar la seguridad de las personas desde una perspectiva del cuidado más que de la protección (desarrollaré esta idea en otros artículos), entender cómo los espacios urbanos y las dinámicas de mercado afectan la seguridad de las personas vulnerables para reconstruir esos procesos. Y claramente, tirar el patriarcado, eliminar el racismo, y transformar (puede que este no sea el verbo adecuado) el capitalismo.

Hace una semana, en un seminario al que fui invitada para hablar sobre militarización de la seguridad ciudadana, les preguntaba a las personas asistentes si alguna de ellas estaría dispuesta a dar su vida por la patria, en relación a este imaginario sobre el personal militar que nos han socializado fuertemente. La mayoría no tenia una respuesta clara. Sólo una persona dijo que sí, pero que antes de ello necesitábamos definir qué es patria. Patria para ella no era más que la familia.

Ayer, conviví brevemente con algunas mujeres familiares de personas desaparecidas en México. Ellas, dejan todo para buscar verdad, dignidad y justicia. Ellas, han ayudado a más personas de las que ayuda, en muchas ocasiones un agente armado del Estado. Esas mujeres han dejado todo, de verdad todo, por algo que las trasciende, y no es la patria, es la causa de encontrar a sus familiares.

Si buscáramos un impulso para pensar fuera de la caja, debería ser este.

Reconocimiento infinito a las personas que buscan, que acompañan, y que visibilizan, la gran problemática de personas desaparecidas en el Estado mexicano.

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