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Entre más se ensancha la participación de las Fuerzas Armadas en la vida pública de los Estados de América Latina y otras latitudes es más común leer sobre la necesidad de «un mando civil» para mantener o fortalecer la democracia. Pero honestamente ¿qué se entiende por un mando civil en democracia?

Si revisamos las constituciones de los países de América Latina nos vamos a encontrar con que el mando civil de las Fuerzas Armadas se centra en dos aspectos: la subordinación de las Fuerzas Armadas a la figura presidencial y, en el menor de los casos, a que el ministerio de defensa sea encabezado por una persona civil (esto puede ser una persona que no esta dentro de la institución militar o un militar retirado).

Sin embargo, considero que el mando civil de las Fuerzas Armadas va más allá de estos dos aspectos. Recordemos que para Samuel Huntington en las democracias las Fuerzas Armadas deben estar sujetas a un control civil objetivo. Esto significa, en términos generales, que las Fuerzas Armadas están subordinadas al poder civil en todas aquellas cuestiones ajenas a la naturaleza militar, que no participan de la deliberación política y que, en los asuntos técnicos de la naturaleza militar existe un equilibrio entre las decisiones políticas y civiles y las militares.

La interpretación anterior, así como lo estipulado por Huntington literalmente en su trabajo sobre relaciones civil-militares, puede y está sujeto a diversos debates en los estudios sobre la materia. Pero me atrevo a ponerlos como punto de referencia porque brindan un panorama más amplio para hablar de un mando civil sobre las Fuerzas Armadas.

Primero, observemos que cuando hablamos de mando civil, reforzamos y no cuestionamos la estructura jerárquica de las Fuerzas Armadas, por lo tanto, pedirles que estén subordinadas al poder civil y al mismo tiempo solicitarles reformas democráticas para hacer más horizontales las decisiones en su interior puede ser problemático. En segundo lugar, cuando retomamos otras reflexiones sobre «mando civil» sobre los militares como las de Janowitz, Moskos, Finer y Stepan, podemos interpretar que el «mando civil» se refiere a la subordinación que lo militar debe tener a lo civil en la esfera política. De manera más precisa, podemos afirmar que el «mando civil» se refiere a como toda la institucionalidad militar esta supeditada de manera efectiva a la institucionalidad civil. No a una persona, no a una figura, a las instituciones.

Esto no es tan sencillo en la cotidianeidad, sobre todo, en contextos en donde la deferencia a las Fuerzas Armadas esta presente en muchos ámbitos de la vida pública ¿cómo ejercer el mando de una entidad a la que se considera superior? Otro ejemplo para ilustrar las complicaciones del ejercicio del mando civil sobre el militar se encuentran cuando la masculinidad es un aspecto central de las Fuerzas Armadas y en donde la subordinación es un aspecto feminizado. Los ejemplos sobre personal militar que no quiere seguir órdenes de personal civil en tareas de seguridad pública son comunes cuando se habla con policías o personal de las fiscalías.

El mando civil entonces, no puede ser únicamente una formalidad, debe ser un mecanismo que guíe las relaciones entre lo civil y lo militar en la vida pública y que debe practicarse para hacerse presente en las interacciones cotidianas. Específicamente, podemos pensar en que las Fuerzas Armadas acaten las disposiciones de las instituciones del Estado como la Corte Suprema o el Congreso de manera efectiva. También en la reducción de su autonomía a partir de la eliminación del fuero militar o consideraciones especiales en actividades públicas. Otro ejemplo de mando civil sobre lo militar pueden ser los mecanismos de supervisión a las actividades militares desde los poderes del Estado incluyendo la rendición de cuentas. La imaginación democrática es el límite

Pero ¿Por qué en las democracias esto es importante? Doy tres ejemplo: primero, porque es una forma de establecer un control sobre el poder coercitivo del Estado; segundo, porque permite que las Fuerzas Armadas se comprometan con el sistema político y su funcionamiento y no únicamente con intereses gubernamentales en donde las lealtades a una personalidad se convierten en sinónimo inequívoco de mando civil sobre lo militar; tercero, porque permite que las Fuerzas Armadas focalicen sus recursos humanos y materiales en sus misiones generales y no en actividades que les garanticen ser parte de la agenda política y que después les resten eficacia.

Sin embargo, las democracias en América Latina están disminuyendo. Ahora, los regímenes híbridos están a la orden del día ¿Ahí qué sucede con el mando civil sobre lo militar? ¿Es deseable? ¿Es necesario? ¿Su ausencia es una causa de los regímenes híbridos? o son estos una causa de la ausencia de mando civil. Actualmente en muchos países como México, Egipto, Brasil, El Salvador, Honduras, Ecuador o Myanmar las Fuerzas Armadas están al mando de diversas actividades de Estado, no sólo seguridad pública ¿existe mando civil en estos contextos? ¿Existe una discusión pública sobre para qué son necesarias las Fuerzas Armadas?

Las preguntas están sobre la mesa.

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