
El 29 de julio de 2022 participé en un «Cafecito sereno» del Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero sobre Policía y Tortura, para comentar el trabajo de investigación de Sergio Padilla y de Carlos Silva sobre el tema.
Durante la conversación, Ernesto López Portillo me hizo una pregunta relacionada a por qué como sociedad toleramos la tortura dentro de las instituciones de seguridad. Y la primera analogía que se cruzó por mi mente fue «si hay personas que toleran golpear a sus hijos, por qué no habría personas que toleren que se lastime a quien se considera causó un daño en la sociedad». Y de esa respuesta va este texto.
De acuerdo con la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes y su artículo 1, la «tortura» es todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas.
¿Por qué la tortura es grave? básicamente porque va en contra de la dignidad humana. Es por ello que su prohibición es un derecho humano reconocido en todos los tratados internacionales en la materia.
Sin embargo, la tortura, desde una perspectiva menos relacionada con el sistema de seguridad y justicia, esta normalizada en en muchos ámbitos de la vida de las personas. Y el primero en el que muchas han experimentado algo similar a la tortura es en la infancia y la adolescencia, con la crianza.
Retomemos nuevamente la definición de tortura pero más concisa: «tortura» es todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por una persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia.
Cuando durante la crianza, las figuras de autoridad que son las madres y los padres ante sus hijas e hijos (ejercicio de funciones públicas, porque qué es ser madre y padre sino una función pública y social) deciden que para corregir una conducta que consideran inapropiada, o para dar una lección o un castigo a sus hijas e hijos deben «dar una nalgada a tiempo», o utilizar cualquier instrumento al alcance de una mano para golpear, agredir físicamente, o repetir insultos como «eres un idiota. No sabes hacer nada», o amenazas «menores» como «si no te comportas te voy a llevar con la Policía» (iniciando con esto una relación de desconfianza con esa institución y sus agentes) o «te voy a regalar si sigues llorando», o cualquier otra frase o acción que se venga a la mente, no están educando, están torturando.
Y desde hace varios años, feministas y especialistas en crianza han evidenciado las consecuencias que tiene en la vida adulta la crianza con violencia, mostrando una alternativa: la crianza respetuosa. Pero ¿qué significa eso? básicamente que todo lo que se haga para criar a un ser humano tiene que estar basado en el respeto a su dignidad como persona y a sus procesos físicos y psicológicos.
En redes sociales hay un centenar de cuentas, principalmente de mujeres, que promueven la crianza respetuosa y que buscan dar herramientas sencillas a las personas que crían para evitar utilizar la violencia como un método de crianza. Sin embargo, muchas de estas cuentas reciben un sin fin de comentarios criticando y cuestionando sus recomendaciones. Las referencias son casi siempre frase como » a mí mi mamá siempre me pegó y no estoy traumado», «Si no le pego a mi hijo no entiende», «por qué voy a permitir que mi hijo haga lo que quiera, me tiene que obedecer». Algunas otras, refieren que debido a la crianza respetuosa hay más adolescentes que delinquen, utilizan drogas, beben a temprana edad, o simplemente no quieren hacer nada de su vida (como si el sistema capitalista no tuviera nada que ver en eso).
Y entonces, qué se puede esperar cuando la evidencia refleja que la tortura es un método empleado casi sistemáticamente por las personas operadoras del sistema de seguridad y justicia ya sea para castigar o para obtener pruebas, si hay una normalización del sometimiento a personas en situación de vulnerabilidad como las personas infantes. Que los preocupados y escandalizados seamos unos cuantos, y que las exigencias para reducir esta conducta se diluyan ante la aceptación general.
Uno de los consejos que ofrecen las personas detrás de cuentas sobre crianza respetuosa en redes sociales es entender los responsables de la crianza somos los adultos, y que como adultos tenemos la capacidad (o debemos trabajar en ella) de regular nuestras emociones para apoyar a nuestras hijas e hijos a hacerlo. Por lo tanto, si nos desesperamos o enojamos por algo, lo mejor será regular esa emoción antes de actuar con base en ella mostrando agresividad.
Esto lo relaciono con la profesionalización que las personas operadoras del sistema de seguridad y justicia, particularmente la policía en sus distintas especialidades, deben tener. Una persona policía profesional, es aquella que tiene las capacidades de cumplir la ley sin violar derechos humanos. Este aspecto, no sólo es una responsabilidad individual, sino institucional. Las instituciones y sus mandos, están obligadas a brindarle a sus servidores públicos todas las herramientas necesarias para cumplir con su trabajo. Si no lo hacen, deberían ser sancionadas (de ahí la importancia de la supervisión externa). Y en caso de que si lo hagan, y las personas operadoras incumplan con sus obligaciones, las instituciones deben de ser capaces de aplicar sanciones oportunas, evaluar cómo se puede evitar que eso ocurra nuevamente, y mejorar. La relación policía-delincuente, no puede ser una relación recíproca porque la autoridad institucionalizada tiene obligaciones y estándares que la distinguen de quien está fuera de la ley.
En México, y en muchos otros países, todavía hay un gran trabajo por hacer para reducir las violencias, y uno de ellos está ligado a la crianza y el trato que le damos a las infancias desde una perspectiva punitivista y adultocentrista. Esperamos que las infancias se comporten como pequeños adultos que no sienten y piensan por sí mismos, y que únicamente se deberían dedicar a obedecer al superior, en este caso mamá, papá o cualquier otra persona adulta encargada de los cuidados.
Cuando logremos disminuir la normalización de la crianza por tortura, estoy segura que podremos disminuir la tortura como práctica policial. En gran medida, porque las nuevas generaciones entenderán mejor el significado de la dignidad humana.
Bonus
Gracias a Mamá Godín y una de las presentaciones de su ranking, dimensioné un problema que no había identificado respecto de las labores de crianza y las decisiones que las mujeres tomamos en torno a ello: salir del campo laboral no sólo nos limita en nuestro desarrollo profesional, sino que nos condena, como mujeres, a ser «viejitas pobres». ¿Por qué? porque todas las prestaciones relacionadas con el retiro como una afore o la capacidad de poder destinar un porcentaje del salario a una cuenta de ahorro para el retiro, están ligadas al trabajo remunerado.
Si la pareja se dedica a proveer al hogar económicamente, eso significa que, de menos, tiene una afore o un seguro individual de ahorro para el retiro, que solo lo cubre a él (o ella en el menor de los casos). Estas prestaciones, cuentan con seguros de vida, en donde generalmente las personas beneficiarias son las personas que se quedan en casa, pero estos seguros sólo son válidos en caso de muerte o accidente. Es decir, muchas mujeres dependen de que sus esposos mueran en la vejez para ellas tener un ingreso «propio» para subsistir. No existe un seguro o afore para el retiro que contemple otorgar el mismo monto asegurado a la pareja que se queda en el hogar sin remuneración económica.
¿cuántas mujeres que se dedican a la crianza de sus hijos de manera exclusiva y sus esposos son los proveedores económicos del hogar, estos hacen aportaciones a su seguro o fondo de ahorro para el retiro? Esto, para que no dependan de su muerte para ser mínimamente independientes a nivel financiero en su vejez.
¿Cuántas mujeres adultas mayores actualmente sólo viven de la pensión del marido o de lo que las hijas e hijos les aportan (limitando con ello su capacidad de ahorro y creando un círculo vicioso)?
Y no. El que las pensiones puedan pasar a la esposa cuando el marido fallece, no es una garantía de independencia financiera en la vejez (aunque ante el panorama actual ¿qué lo es?). El estar supeditadas a la buena voluntad del marido o tener que hacer malabares con el famoso «gasto» para poder ahorrar un poco, no es independencia financiera en ningún sentido.
En la economía de los cuidados, se deben contemplar situaciones a largo plazo como la vejez digna. Por eso, es importante contar con un Sistema Nacional de Cuidados con financiamiento. Y que no nos digan que no hay dinero porque la militarización está costando millones de pesos, sin resultados que estén garantizando el bienestar de la población y de ahí puede salir el recurso.
Por otro lado, también es importante que normalicemos que los hombres ejerzan su paternidad en la crianza. Es imperante una modificación a la Ley Federal del Trabajo que iguale las licencias de maternidad y paternidad, para empezar.
Y de lo anterior sale otro tema: el reconocimiento. En nuestra sociedad, estamos muy acostumbrados a ligar reconocimiento con premios, diplomas, medallas. Generalmente, cuando algunas mujeres hablamos de reconocimiento de las labores de cuidados que realizamos en mayor medida que los hombres, es con una visión de perspectiva de género, es decir, nos referimos a visibilizar las diferencias que existen en la labor entre hombres y mujeres para que se tomen las medidas necesarias para reducir la desigualdad que esta genera.
En cambio, algunos hombres que ejercen su paternidad activamente, cuando piensan en reconocimiento, piensan en premios, medallas, aplausos, que se les agradezca todo el tiempo lo que hacen ¿por qué? supongo que porque en el fondo todavía consideran que eso que están haciendo realmente no les toca, sino que lo hacen de «buena onda», es un adicional a su rol tradicional. Y de pronto comparan las exigencias de las mujeres que se dedican exclusivamente a la crianza de que se reconozca la importancia de remunerar su trabajo con una afrenta al reconocimiento que ellos buscan. Sin tomar en cuenta las desigualdades históricas en el tema.
El que se festeje que los hombres hagan lo mínimo en materia de crianza porque están dando algo extra a su rol tradicional y se banalice lo que las mujeres hacen en la crianza porque se asume que eso les corresponde, solo refuerza roles de género.
En la función policial, por ejemplo, que se reconozca como excepcional el trabajo que se realiza acorde a la ley, puede ser un incentivo a que las prácticas viciosas, como la tortura, sean normalizadas más que la profesionalización. Y ni hablemos de los estímulos e incentivos que a veces se otorgan ante prácticas riesgosas bajo el sinónimo de heroicas.
¿Y qué tiene que ver esto de la crianza con seguridad y ciudadanía? TODO. Reflexionalo y me cuentas si no.
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