A un año de la pandemia por COVID-19, cualquier análisis o proyección sobre el futuro puede tener más posibilidades de error de que acierto. Sin embargo, hay algunos aspectos que han sentado cimientos fuertes en la vida pública de México y América Latina: la militarización y el militarismo.
En este espacio ya he compartido mis definiciones en torno a esos dos fenómenos y por el momento seguirán siendo el marco conceptual que guíe mis análisis y comentarios. Sin embargo, estos no están escritos en piedra para mi y sigo trabajando en ellos para tener un panorama lo más completo.
Hago esta acotación conceptual para poder explicar que, por un lado, la militarización se ha reforzado con la pandemia. Se habla cada vez más de amenazas, de combatir virus, ignorancia, corrupción y todo aquello que se vea como enemigo público; además, las estrategias de seguridad en México y varios países de América Latina como El Salvador, Perú, Colombia, Brasil, entre otros, están enfocadas en combatir con toda la fuerza del Estado las amenazas que han sido determinadas por los gobiernos en turno, ya sean pandillas, crimen organizado nacional y transnacional, tráfico de personas y de armas o cualquier otro problema. Por otro lado, el militarismo, un neomilitarismo, se está posicionando sobre los regímenes democráticos dándole al gremio militar mas espacios en la toma de decisiones y en la puesta en marcha de políticas públicas.
Para este 2021, me gustaría reflexionar sobre estos dos fenómenos desde marcos de referencia un tanto distintos a los que he empleado con la finalidad de abrir el abanico de pensamiento en torno a los temas.
En cuanto a la militarización de la seguridad, me interesa ahondar en los aspectos que tienen que ver con las dinámicas de actuación de los agentes de seguridad, ya sean policías o militares, dando el salto de las cuestiones discursivas (lenguaje de guerra) o de asegurar que la sola presencia de militares ya conlleva en sí misma militarización (militarización directa), por lo que me he propuesto buscar y analizar casos en los que exista el fenómeno, pero no haya militares involucrados directamente. Además, me interesa profundizar el concepto pero entendiéndolo desde los aspectos «positivos» de lo militar, sobre todo del aspecto profesional establecido por Huntington y que también he abordado brevemente en este espacio, y que he leído en las reflexiones de Cesar Gutierrez Priego. También, me he propuesto profundizar más sobre lo que implica la «policiación» de las Fuerzas Armadas y sus repercusiones en la transformación del gremio militar no desde el camino legal, sino del operativo.
En lo que respecta al militarismo, me interesa hacer un rastreo sobre cómo la élite militar ha llegado a donde está el día de hoy en México, cuáles son las características esenciales de este nuevo militarismo, distinto en algunas cuestiones al militarismo de la Guerra Fría, qué tan negativo realmente es este militarismo para el ejercicio de derechos humanos más allá de que los estándares democráticos establecen que el poder militar debe estar legal y de facto subordinado al poder civil. Además de analizar las relaciones cívico-militares en estos tiempos y sus repercusiones en lo local, más que lo conceptual.
De lo anterior, es de lo que irá este espacio en 2021.
Agradezco a todas las personas que en el 2020 se han tomado un poco de su tiempo para leer lo aquí escrito y espero que en 2021 las reflexiones, análisis y opiniones vertidos aquí sean de su interés para debatir y conversar sobre algunos aspectos que siguen modificando la seguridad y la ciudadanía.
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