La militarización, en general, es un proceso que consiste en atender como amenaza y bajo dinámicas bélicas, diversos problemas. Los gobiernos, pueden decidir militarizar algún aspecto de sus funciones con el argumento básico de que es la única forma de solucionar aquellas cuestiones que se han determinado como amenazas, ya sea al propio Estado, a las instituciones de gobierno, o a la población.
Sin embargo, existen diversas hipótesis para analizar la militarización como fenómeno político y social, como son, la incapacidad de las instituciones civiles para atender los problemas en cuestión, la influencia de grandes potencias como Estados Unidos, Rusia o China en el diseño de políticas públicas de diversos Estados condicionándolos a partir de apoyo financiero y político, siendo estas posiblemente las más estudiadas; aunque también existen otras hipótesis menos estudiadas, o al menos no tan posicionadas en la opinología general, como son la influencia de la élite militar en la toma de decisiones gubernamentales, la masculinidad hegemónica y la globalización.
Y es en este último aspecto en el que se centrará este texto, particularmente haciendo referencia al texto de Zigmunt Bauman titulado «La Globalización. Consecuencias humanas». En su texto, Bauman hace referencia al papel del Estado en la era global reduciendo este al de favorecer el libre mercado y mantener un mínimo de orden dentro de su territorio, como se cita a continuación:
«Los Estados débiles son justamente lo que necesita el Nuevo Orden Mundial, que con frecuencia se parece a un nuevo desorden mundial, para sustentarse y reproducirse. Es fácil reducir un cuasi Estado débil a la función (útil) de una estación de policía local, capaz de asegurar el mínimo de orden necesario para los negocios, pero sin despertar temores de que pueda limitar la libertad de las compañías globales» (2017:76).
Estas limitaciones, repercuten en las funciones de seguridad del Estado al interior de su territorio, exacerbando la disyuntiva entre libertad y seguridad y con ello, los sentimientos de miedo y ansiedad descargados en las preocupaciones de ley y orden (2017:124). De esta forma, En un mundo de creciente inseguridad y falta de certezas es intensa la tentación de retirarse al refugio seguro de la territorialidad. Así, la defensa del territorio – el «hogar seguro»- se convierte en la llave maestra de todas las puertas que hay que cerrar para evitar la triple amenaza al bienestar espiritual y material»(2017: 124 y 125).
Esto tiene un significado importante en la militarización directa de las funciones de seguridad del Estado, toda vez que, al concentrarse estas en la territorialidad, se hace uso de las instituciones que tienen directamente esta responsabilidad que son, regularmente, las fuerzas armadas, encargadas de defender la soberanía y territorio del Estado de aquello que le amenace.
Sin embargo, de acuerdo con Bauman, la ansiedad que genera en la población la inseguridad y la falta de certeza y el que se concentren en torno a la protección es un aspecto del cual la clase política se beneficia pues «un político que vocifera y se muestra enérgico respecto de esta última (protección) crea la impresión de que se ocupa de las dos primeras (inseguridad y falta de certeza)» (2017: 125).
Y, ante estas circunstancias, «los gobiernos no pueden prometer seriamente sino más que «flexibilización laboral», es decir, en última instancia, inseguridad creciente, dolorosa, discapacitante. Los gobiernos serios tampoco pueden prometer certeza; en casi todas partes se da por sentado que deben dar libertad a las erráticas e imprevisibles «fuerzas del mercado», que por haber conquistado su extraterritorialidad, están lejos del alcance de cualquier medida que puedan tomar los gobiernos irremediablemente «locales». En cambio, combatir – o aparentar que se combate- el crimen que amenaza la seguridad personal es una opción realista y rinde grandes beneficios electorales» (2017: 125).
Esto, hace referencia a otro aspecto relacionado con la militarización de las funciones de seguridad del Estado que tienen que ver con el uso de lenguaje bélico como refiere Mark Shaw. El hecho de que los Estados busquen en todo momento «combatir» los problemas de seguridad en el discurso, condiciona sus acciones a estrategias bélicas, como si se estuviera constantemente en un conflicto armado, sin que necesariamente los problemas deban ser atendidos de esa manera o sea la más efectiva.
De hecho, estos aspectos, como la lucha contra el crimen, sobre todo aquellos crímenes que atentan contra el cuerpo y la propiedad privada, de acuerdo con Bauman, «producen un espectáculo excelente, emocionante, muy entretenido. Los productores de los medios de comunicación social y los guionistas lo saben muy bien (…) Qué alivio para los gobiernos (…) nadie los acusaría de permanecer ociosos y no hacer nada para aliviar las ansiedades humanas después de la diaria ración de documentales, dramas, noticieros y dramatizaciones cuidadosamente disfrazadas de documentales que muestran nuevas y mejores armas policiales, cerrajería penitenciara de alta tecnología, alarmas contra robos de viviendas y autos, aparatos para detener criminales mediante un fuerte choque eléctrico, valerosos agentes de seguridad e investigadores que arriesgan sus vidas para que los demás podamos dormir en paz» (2017: 126).
Lo anterior, no es más que lo que se conoce como populismo punitivo, con el que la clase política se beneficia electoralmente pero también en aceptación general, debido a que el discurso se centra en mostrar todos los esfuerzos que desde la clase gobernante se realizan para garantizar la seguridad de la población. Este fenómeno, es propio de muchos Estados en la era global y puede tener algunas particularidades dependiendo de los principales problemas que su sociedad atraviesa.
Para Bauman, entonces, «la espectacularidad – la versatilidad, severidad y presteza- de las operaciones punitivas es más importante que su eficacia, la cual, dada la desidia de la atención pública y el poco alcance de su memoria, rara vez se pone a prueba (…) aunque (…) es útil que de vez en cuando se lleve a la atención del público un nuevo tipo de delito que resulte ser odioso y repugnante ademas de obicuo, y que se lance una nueva campaña de detección/castigo, ya que esto ayuda a concentrar la mente en general en los peligros que presenta la delincuencia y el delincuente, y le impide preguntarse por qué, a pesar de tantas medidas policiales que pretendían conseguir la anhelada Sicherheit (termino en alemán que comprende protección, seguridad y certeza), uno se siente tan inseguro, perdido y asustado como antes» (2017: 127).
Un ejemplo de lo anterior se puede observar al inicio de la administración de Andrés Manuel López Obrador en México, cuando la estrategia de «guerra contra el narcotráfico» iniciada en la administración de Felipe Calderón (2006- 2012) y continuada en la administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018), tuvo un giro adicional con la «guerra contra el huachicol» actividad que consiste en el robo de combustible y en la que se centraba la atención de la amenaza a la seguridad, la protección y la certeza, en tal delito. También, puede observarse en el aumento del catálogo de delitos que ameritan prisión preventiva oficiosa y, en la creación de la Guardia Nacional haciendo referencia en todo momento a su estado de fuerza y a su despliegue territorial.
Bauman, entonces, ofrece un panorama conceptual importante para comprender diversos aspectos de la militarización de las funciones de seguridad del Estado que derivan, más que de la incapacidad intrínseca de las instituciones civiles de seguridad para atender los problemas de seguridad, o de la influencia de un país en particular en el diseño de estrategias locales, del fenómeno de globalización que seguimos experimentando en todo el mundo, en el que el papel del Estado se limita a fingir que puede brindar certeza, seguridad y protección a su población, cuando en realidad, está limitado a ser un administrador del miedo, la ansiedad y la incertidumbre de tal forma que la clase económica, pueda seguir funcionando en todo el mundo.
La globalización, estandariza y condiciona las acciones de los Estados en lo local, pero también en lo global. Las acciones de cooperación internacional que se han generado para disminuir el crimen y la violencia que repercute en la vida de millones de personas se han enfocado en el combate, en el fortalecimiento de las instituciones de seguridad y defensa a partir de más y «mejor» equipamiento y entrenamiento bélico, mientras que las acciones en lo local se han enfocado en un discurso de combatir las amenazas a la ley y el orden, en utilizar al supuesto último recurso del Estado, las fuerzas armadas, y en dar tranquilidad momentánea a empresarios e inversionistas para que mantengan sus actividades y, por lo tanto, el sistema actual.
La militarización, parece ser un fenómeno íntimamente ligado con el mantenimiento del status quo, por lo que, pensar en revertir este proceso y en que el Estado logre garantizar realmente una vida libre de violencia y de incertidumbre para sus ciudadanos, puede ser un paso importante para modificar el sistema en el que vivimos, que hace crecer cada vez más las desigualdades sociales, y nos mantiene cada vez más, sumergidos en la incertidumbre que Bauman refiere en un texto que vale la pena leer y analizar en los tiempos que vivimos.
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