Imagen retomada de: https://www.animalpolitico.com/2013/10/fuerzas-armadas-tambien-alerto-a-tiempo-sobre-lluvias-segob/
Hace algunos años, en el desarrollo de un curso sobre manejo de cadáveres en situaciones de emergencia con miembros de fuerzas armadas de diversos países, uno de los participantes, el más joven de la clase, pidió la palabra para plantear una idea. El oficial, mencionó que le parecía que los ejércitos de América, ya no tenían la necesidad de prepararse para la guerra, porque eso era cada vez menos probable de suceder, pero que toda esa capacidad y experiencia, debería ser trasladada justamente a la profesionalización en la rápida respuesta en situaciones de emergencia, y que el instrumento del soldado ya no debería ser un fusil para eliminar al enemigo, sino una pala para remover escombros después de un terremoto.
Esa idea no fue muy bien recibida por los oficiales más antiguos, pero sin duda les dejo pensando por bastante tiempo.
Retomo esa anécdota porque es un buen inicio para abordar lo que el Presidente López Obrador dijo esta semana al periódico La Jornada: «Si por mí fuera, yo desaparecería al Ejército y lo convertiría en Guardia Nacional, declararía que México es un país pacifista que no necesita Ejército y que la defensa de la nación, en el caso de que fuese necesaria, la haríamos todos. Que el Ejército y la Marina se convertirían en Guardia Nacional para garantizar la seguridad.».
Al respecto de esa declaración, surgieron diversas opiniones y rumores, como lo mencionado en «Cuarteleras» de Estado Mayor, en donde se menciona que un ex secretario de defensa «encaró» al actual Presidente para decirle deshacerse del Ejército «era más que una locura, un despropósito, una traición, y eso le causaría graves problemas al él y al país». También está el artículo de Alejandro Hope en El Universal titulado «¿No necesitamos Fuerzas Armadas?» en el que el autor menciona cuatro puntos por los cuales México no puede privarse de contar con una institución armada, entre ellos la situación geopolítica del país, las tareas de defensa nacional que la Guardia Nacional no podría realizar, y la situación particular en la relación con Estados Unidos bajo el gobierno de Trump.
Y son justamente esas, y otras circunstancias, las que deben traer a la discusión pública una pregunta muy importante, y esta no es si necesitamos o no Fuerzas Armadas, sino ¿qué modelo de Fuerzas Armadas necesitamos?
En materia de seguridad y militarización, la discusión pública se ha enfocado en referir y mostrar evidencia de que las fuerzas armadas no son el mejor actor para solucionar los problemas de seguridad ciudadana, y en que se necesitan fortalecer los cuerpos civiles de seguridad, es decir las policías, a partir de un modelo que se enfoque en su profesionalización; pero poco o nada se ha hablado sobre la necesidad de replantear el modelo de Fuerzas Armadas que tenemos en México. Esto, puede deberse a que se considera que las fuerzas armadas tienen la única misión de defender la soberanía y la integridad territorial del Estado y que esto sólo se expresa a partir del Uso de la Fuerza para combatir las amenazas a eso que se defiende. Sin embargo, considero que no es la única razón y habrá que explorar esos escenarios.
En el libro La Tropa de Daniela Rea y Pablo Ferri, podemos leer un buen esbozo sobre los estudios que se han realizado para entender las particularidades del Ejército mexicano. En el texto, se enfatiza la etapa del «Ejército porfiriano»que tiene su origen en la Guardia Nacional «un cuerpo militar compuesto de ciudadanos con fuerte arraigo local» (2019: 88). Díaz, canalizó a los miembros de la Guardia Nacional a un Ejército Federal, que sería entonces, el ejército porfiriano, un ejército en donde existía una clara división de clases sociales entre la tropa y los oficiales, un ejército en el que los incentivos de pertenencia eran nulos. Con la Revolución, se presentó una oportunidad para la tropa de abandonar ese ejército y buscar una nueva oportunidad. «El triunfo de la Revolución supuso la desaparición del ejército porfiriano y anunció la emergencia de uno nuevo, ajeno a la leva, pero dependiente de jefes y caudillos regionales (…) La mayoría de los historiadores señalan a 1917, año en que se aprobó la Constitución, como la fecha de nacimiento del Ejército mexicano moderno» (2019: 91).
En el mismo texto, se menciona que en 1926 «era el momento de una transición en el Ejército, de sacar a las Fuerzas Armadas de la lógica combativa de sus primeros tiempos» (Rea; Ferri, 2019: 96). Las razones para esto coincidirán con la necesidad de transición del propio gobierno, realizar obras públicas, reduciendo los gastos burocráticos que generaban los mandos militares y Plutarco «Elias Calles y su hombre fuerte del Ejército, el general (sic) Joaquín Amaro, estaban convencidos de que las Fuerzas Armadas necesitaban mutar del grupo de caudillos regionales que eran a un ejército profesional, debidamente educado» (Ibídem). Por ello «el general (sic) Amaro enfocó al Ejército hacia tareas de seguridad interna , así que los soldados empezaron a escoltar estaciones de ferrocarril y a formar patrullas de caballería y guarniciones en poblados lejanos» (2019:97).
Y de ahí, el Ejército ha ido adecuando a las circunstancias, cada vez menos en las cuestiones de defensa de la integridad, independencia y soberanía de la nación, que es la primer misión otorgada al Ejército de conformidad con la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos , y cada vez más en otras misiones encomendadas en la propia ley como garantizar la seguridad interior, auxiliar a la población en situaciones de emergencia y acciones cívicas. Ejemplos de estos son el Plan DN-III E, que surgió en 1965; las actividades de erradicación de plantíos ilícitos que derivaron en las operaciones contra el narcotráfico que se hicieron más fuertes en el sexenio de Felipe Calderón; y el ya tradicional desfile del 16 de septiembre.
De esta forma, el Ejército, se ha ido acomodando a las circunstancias imperantes en el momento político, pero con una profesionalización cuestionable. Y cuando se hace referencia a la profesionalización del Ejército, no se debe entender únicamente la cantidad y calidad de educación que reciben a lo largo de su carrera militar, sino más bien con la supervisión directa a la que deben de estar sujetos los militares por parte de la autoridad política civil. De acuerdo con Octavio Ianni (1968: 521) «la modernización de las fuerzas armadas no está favoreciendo la profesionalización» sino que más bien, está incentivando que los militares se vuelvan cada vez más, actores políticos, con mucha autonomía y pocos controles y un limitado acceso a la información para la ciudadanía. Esta misma reflexión puede encontrarse en el texto The Soldier and the State, de Samuel P. Huntington.
Es así, como la pregunta ¿qué modelo de Ejército necesita México? se hace cada vez más importante y urgente. Sobre todo, en un contexto en donde el gobierno mexicano, refuerza las dinámicas militarizadas para atender el problema de inseguridad del país, crea nuevas estructuras burocráticas de seguridad, como la Guardia Nacional, atribuyéndole funciones que tenía la Policía Federal, con elementos del Ejército, sin controles civiles, y con poco espacio a la rendición de cuentas. Necesitamos un modelo político y combativo, o un modelo profesional y de reacción inmediata a las emergencias más complejas. Necesitamos que nuestros soldados usen las armas o usen las palas.
Si bien, las opciones no son únicamente estas, ni se centran en elegir entre dos opuestos, lo cierto es que la realidad mexicana en el siglo XXI, tanto internacional como nacional ha cambiado, y que mientras en la opinión pública poco se discute sobre qué ejército necesitamos, posiblemente dentro del Ejército mexicano, desde la cúpula militar, lleva años gestionándose el modelo que ellos consideran necesario para mantener su estatus político, porque ni la militarización, y mucho menos el militarismo, se llevan a cabo sin el visto bueno de quienes ponen «los hombres y las armas». Habría que ver si La “policiación” de las Fuerzas Armadas no es ese modelo que se busca implementar, y en todo caso, sí es el modelo que necesitamos.
Punto y coma
Hay que seguir a detalle lo que está sucediendo con la Policía Federal y las manifestaciones de agentes que no quieren integrarse a la Guardia Nacional debido a que sus condiciones laborales serían mas vulnerables. A mi parecer, esto no es una manifestación en contra de la militarización, pero sí la gota que derramó el vaso sobre los abusos que se han llevado a cabo hacia los agentes durante años.
En cuanto a éste artículo, la Armada de México, la Marina, es otra historia.